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Amigo vino, te alabo por ser capaz de juntar
A todo el género humano tan fácil de separar.

Con las raíces profundas de una buena amistad,
Amigo, tú sí que sabes, me das siempre calidad.

                                                        CELTAS CORTOS

Celtas Cortos - Amor al vino (video clip)

Celtas Cortos - Amor al vino (video clip)

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Vino y amistad

Vino y amistad

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Unos dicen que fue por el solsticio de verano, otros que por celebrar la amistad, y algunos se atreven a comentar que la excusa fue el vino, ese Bruñal único de las cepas de Ahigal. No importa cual fuera, porque lo cierto es que la noche volvió a ser perfecta. Enrique y Carmen volvieron a reunirnos en su casa de Ahigal, cuando el sol empezaba a ponerse y la noche a plantarse. Volvió la magia.

NOCHE DE VINO Y MARFIL

Una cata en el solsticio

Enrique nos dio la primera charla técnica el año pasado, en una visita guiada a su bodega y a su viña. Confieso que hasta ese momento nunca me había detenido a pensar, sentir, paladear o indagar sobre ese néctar de los dioses. Soy más de cañas, lo reconozco. Pero a partir de aquella tarde en los viñedos de Ahigal, rodeado de pizarra e higueras (-las higueras evitan que los pájaros piquen los racimos, les gustan más las brevas-, explicaba Enrique), y sobre todo después en su bodega, y en su casa, acompañados de un salmorejo de escándalo, ya veo el vino con otros ojos. Y, sobre todo, ya lo saboreo con otro paladar.

La vista influye en el proceso, vaya si influye. Y el olfato… ¿cómo se pueden conocer las fuentes nutricionales de las raíces de una cepa sólo por el olor? Pues sí. Se puede: este huele a frutas, a melocotón, a rosas, a hierba, a pizarra… Hay que practicar, indudablemente, como todo en esta vida, para llegar a apreciar toda esa gama de matices aromáticos. Algunos llevan años estudiándolos y tratando de desentrañarlos, catalogarlos, clasificarlos. Ya el griego Teofrasto escribió un tratado, ¡cuatro siglos antes de Cristo!, relativo a los olores en el que analizaba los efectos de los distintos aromas en el pensamiento, el sentimiento y la salud. Y, la verdad, es que Enrique, en aquella primera toma de contacto, nos hizo pensar, sentir y volver a casa con una sensación muy saludable de haber aprendido a valorar y saborear uno de los placeres históricos de esta vida.

Fernando Viñalls

2 de julio de 2022

Anoche organizó, junto a Carmen, su mujer y cómplice, una cata vertical en su casa: ¿Habrá salmorejo? le pregunté cuando gentilmente nos invitó. Claro. Y jamón. Y cóctel de mariscos… Confieso que, a pesar de aquella primera clase magistral, todavía pongo al salmorejo por delante de un buen tinto. Bueno… ahora… casi a la par.

Pero allí fuimos por la cata. Porque Enrique quiere compartir su pasión y, con la excusa del solsticio de verano, quiso repetir la experiencia, que ya hiciera el año pasado, de dar a conocer no sólo sus vinos, también el placer de pasar una noche de verano en su querido pueblo de Ahigal de los Aceiteros acompañados de la música del maestro Viñals. Allí, en su casa, en la enorme terraza con paredes de pizarra, mientras el sol se ponía en tierras portuguesas, fuimos descubriendo esos matices, olores y sabores de su Tempranillo, de su Syrach, del Bruñal que plantó su abuelo.

Enrique y Carmen son artesanos del vino, ecologistas irrecuperables que buscan la excelencia en la tradición, en la sabiduría de la propia naturaleza. Y su pasión es contagiosa. Y lo saben. Y disfrutan difundiendo y contagiando esa pasión incluso a profanos como nosotros, aun sabiendo que una vez que caes en ella es muy difícil salir.

En el escenario, su terraza, engalanada como el más lujoso de los restaurantes, llamaba poderosamente la atención, por el contraste con la dureza gris de la pizarra, omnipresente en todo el término, un piano de cola espectacular. De él saldrían las notas mágicas que Fernando Viñals nos regalaría a lo largo de la noche. Dicen que la música afecta la percepción en nuestros sentidos y puede cambiar el sabor del vino que estemos tomando. Incluso hay quien asegura que hay una música indicada para disfrutar mejor de cada variedad de vino.  No sé si Enrique controla tanto, si pretendía realmente manipular así nuestras mentes, evocarnos recuerdos de momentos y lugares únicos, con ese maridaje tan especial de sus vinos, el piano de cola, y las manos y el sentimiento de Fernando Viñalls. Pero algo especial sucedió anoche en el pueblo de los aceiteros.

Noche de vino y marfil, con una luna pequeñita que no se atrevió a competir con la luz y la magia de aquellas horas.

Gracias Enrique. Gracias Carmen. Un placer y un honor compartir vuestra pasión en ese enclave privilegiado de las Arribes del Duero.

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